PR02_261011_VICENT/Saray García
“Cada día da siete vuelcos el corazón por sentimientos que forman el tejido de nuestra vida”. Esta magnífica cita está incluida en el artículo ‘Negro Ron’, publicado por el escritor Manuel Vicent en el diario El País.
El cocker americano no pudo soportar el vacío que su compañera de vida Linda, el otro can de la familia, dejó con su ausencia y feneció a las pocas semanas. ¿Es posible morir de pena?
El dolor físico es una advertencia que el organismo utiliza como protección. Si se aproxima una llama de fuego a la piel la sensación de dolor advertirá de la lesión. Del mismo modo, investigadores de la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) postulan que el dolor emocional también actúa como un aviso. Por ejemplo, para evitar la cercanía hacia a alguien que ha causado un trastorno afectivo.
Al igual que el dolor físico puede convertirse en crónico, pena compleja es el concepto utilizado por Mary Frances O’connor, investigadora californiana, para definir el dolor emocional crónico. Las personas con este trastorno desarrollan dolores físicos vinculados a la patología anímica. Por esto, es posible morir de pena.
Por lo visto, pese a la zambullida diaria, a través de los medios de comunicación, en disputas económicas internacionales y conflictos políticos, lo que provoca unos de esos siete vuelcos cardíacos tiene otro origen: un cruce de miradas diluidas, un viejo perfume o una simple llamada. Elementos demasiado insignificantes como para formar parte de la portada de un periódico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario