
PR02_261011_VICENT/ Rafael Núñez Huesca
Valenciano de Castellón, pareciera que el destino hubiera escogido la aciaga fecha de 1936 para dar a luz a un tal Manuel Vicent y, en compensación, le hubiera dotado de un extraordinario talento literario con el que poder redimirse de la época y el país en que le tocó crecer.
Y vaya si se redimió. Y vaya si exprimió el ingenio. Con libertad –EL PAÍS- o sin ella –Hermano Lobo, Diario Madrid-, Vicent cultivó y cultiva palabras. Las engendra y les da vida, levántate y anda; y las voces andan. Vuelan más que andan. Revolotean. Él las escoge, como el que atrapa mariposas, y las traslada a un papel. Quizá el papel más anhelado para un periodista español; más aún, para un periodista de habla hispana: la contra de EL PAÍS.
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Manuel Vicent |
Hay personajes que trascienden los límites estrictos de su profesión y se instalan en una realidad taumatúrgica donde se les puede contemplar con devoción. Manuel Vicent es uno de esos personajes. Periodista, pero no sólo periodista; articulista, pero no sólo; escritor, pero no sólo; galerista, pero no sólo. Desborda los campos en los que actúa de manera que resulta extraordinariamente difícil ubicarlo. Como aquellos artistas integrales del Renacimiento a los que el talento les rebosaba y les era imposible dedicarse a una sola disciplina.
Este hombre, como los Pérez-Reverte, Antonio Burgos, Rosa Montero o Raúl del Pozo, ya tiene cincelado su nombre en el frontispicio del periodismo patrio.
Manuel Vicent, orfebre de palabras. Rafael Núñez Huesca
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