lunes, 30 de abril de 2012

EL FIN DE UNA ÉPOCA


IÑAKI GABILONDO
EL FIN DE UNA ÉPOCA
Sobre el oficio de contar cosas

Editorial Barril y Barral
Primera edición en septiembre de 2011
Género: Ensayo
174 páginas

En realidad, El fin de una época es un lamento de ciento setenta y cuatro páginas. Una queja, una angustia permanente por lo que es hoy el periodismo. Pero también un zurrón lleno de experiencia y buenos consejos:

“El gran capital de cualquier periodista de élite se basa precisamente en esa necesidad de ser creído”.


1. El oficio de contar lo que pasa
Denuncia el monopolio que ejerce la política sobre los informativos, la sobrerepresentación que ésta tiene en todos los informativos y acaba por preguntarse “quién decide cuáles son las cosas que deben ser contadas” que, en realidad, no pasan de una docena.
Asimismo, señala el descenso por la pendiente propagandística y/o publicitaria por la que discurre el periodismo actual.

1. “Es necesario que se quede alguien de guardia en nombre de la sociedad para explicar cómo se porta el poder y para vigilar que no abuse de nosotros(…)”. Pág. 29

2. “El problema es que, en poco tiempo, el periodista ha pasado de creerse un liberado de la sociedad para vigilar al poder a creerse un liberado del poder para vigilar a la sociedad, y así ha acabo armándose un nuevo guión”. Pág. 29


2. El lenguaje informativo
Continúa cuestionando el sistema actual de “selección y organización” de noticias y qué  elementos de la realidad deben ser observados.
Para Gabilondo, los hechos noticiosos se han ido pervirtiendo por un triple motivo:

• Se ajustan al interés de los políticos y por ende a los periodistas, y no al del ciudadano.
• Por las “estructuras conservadoras” de los medios que no cuestionan nada.
• Y tres, porque todos los medios han acabado por heredar  los mecanismos del más veterano: el periodismo escrito. Tanto tele como radio han adaptado sus redacciones a las de la prensa e incluso han adoptado su sintaxis.


3. “Siempre habrá alguien que tiene algo que contar y siempre habrá alguien que tendrá interés en conocer ese algo. Eso es lo único que importa”. Pág. 36

Por último, rescatar una reflexión del autor que quizá por obvia, pasa desapercibida. Viene a decir que cuando se discute sobre el futuro del periodismo suele hacerse en términos empresariales y tecnológicos  -de “cacharritos”-, dejando de lado lo verdaderamente importante: el contenido. Hace demasiado tiempo que radios, televisiones y prensa no saben qué tienen que contar.


3. La nueva lógica periodística: rentabilidad
Para Iñaki Gabilondo “el periodismo está siendo desbordado por la lógica económica”. A esa logica la llama “tirano absoluto”, aunque reconoce que es la sociedad en su conjunto la que ha impuesto esa lógica “tiránica” y que ésta afecta a todas las empresas, no sólo a las de tipo informativo.

En el plató de Noticias Cuatro

4. Los principios éticos del periodista
Habla de “líneas defensivas” del periodista, y que éste “ha ido entregando todas sus líneas de bandera”, esto es, se ha despojado de lo único de lo que nunca debería haber abandonado: los principios. La reflexión trasciende, como en muchas otras ocasiones a lo largo de la obra, lo estrictamente periodístico para instalarse en valoraciones morales más genereales y, muchas veces, de tono paternalista:

4. “Una de las peores tragedias enquistadas en la sociedad actual tiene que ver con la percepción de que todo lo que no constituya delito se puede hacer”. Pág. 46

5. “Se elige esta profesión porque te importa el otro, tu semejante, y porque quieres hacer algo que sirva a la sociedad.(…) Y en ningún caso, en ningún oficio, el dinero puede ser nunca una meta”. Pág. 57

6. Lamenta el fin lucrativo que de la profesión tienen algunos compañeros y señala como “lo más importante es que (el periodista) logre viajar hacia la comprensión a los demás, hacia el entendimiento del otro”. Pág. 58.

7. “Lo que permite a un periodista sobrevivir en el mundo de hoy no es aprender muchas lenguas, sino conocer cuáles son los distintos idiomas de la sensibilidad de la vida”. Pág. 61.
En este caso el reproche-consejo está, además, barnizado de cierta cursilería.

Alude a Camps como el antiejemplo y abunda en la llamada crisis de valores: la pérdida de la educación de los mayores y de la “decencia, de la dignidad, de las buenas costumbres y el código del respeto a los demás”.

El juego de las cuatro ces consiste en conocer, confirmar, comprender y contar, mas ahora muchos se olvidan de la tercera ce: no comprenden. Y en este sentido reivindica el viejo papel del periodista-testigo, de la importancia de la empatía, de saber escuchar, de “la entrevista sin papeles”.


5. Para qué sirve la información
Hoy el acto de informarse se ha quedado precisamente en eso, un acto, un “gesto”, una pose vacía, pero rara vez tiene como vocación una curiosidad profunda de las cosas. Se ha incorporado a la rutina diaria de tal forma que la inercia nos lleva a abrir un periódico o acudir a una web, única y exclusivamente “para no hacer el ridículo”.

Otras gentes acuden al periodismo para confirmar sus propios puntos de vista, para salir fortalicido. Esto, en un país como España donde las posturas están muy polarizadas, es algo que hemos acabado por interiorizar como algo normal.

En la presentación del libro
Mas el grupo que recibe mayor consideración por parte de Gabilondo es aquél que quiere ir más lejos, “el famoso millón de personas” que va al teatro, al cine, a la ópera, que lee libros”. Es consiciente de que siempre serán una pequeña porción y que no vale la pena “sufrir por el hecho de que no sean muchísimos más”.

En relación a lo que llama nuevo lenguaje de la información, sus carencias y el nuevo estilo informativo que están imponiendo, Gabilondo, como Montagut, es de la opinión que la profundidad informativa se está viendo sacrificada en aras de la rapidez y los condicionamientos tecnológicos:

8. “(…) vivir condenados a contar las cosas sin el suficiente detalle, porque para alcanzarlo los modernos medios de comunicación requerirían de unos mecanismos que no tienen” Pág.72.


6. Quién habla: la segunda voz
Quizá uno de los capítulos más interesantes. Aquí Gabilondo se centra en el teórico papel de segunda voz que debría interpretar el periodista. La “vida” debería ser la primera.

8. “Los medios de comunicación, con todos sus defectos, no dejan de ser guardias de la circulación que detienen esa especie de tendencia desbocada al abuso”. Pág. 76.

Sobre el cuarto poder y la tentación de algunos periodistas (alude directamente a Pedro J. Ramírez por “querer mandar sin presentarse a las elecciones”):

9. “(…) nosotros no tenemos que gobernar, no tenemos que impartir justicia. Y lamentablemente algunos periodistas se dedican a eso: legislan, ejecutan, juzgan, condenan, disparan, entierran(…)”. Pág. 77.


7. Las distancias del puercoespín
El séptimo capítulo toma prestado el nombre de una parábola de Schopenhauer en la que se metaforiza la relación óptima que habrían de mantener periodistas y políticos/poderosos: “acércarte lo suficiente para saber lo que pasa, pero sin pincharte”.
Ilustra con experiencias propias ésta y otros muchos argumentos del libro; en este caso alude a las escasísimas veces que ha ido a comer con políticos, precisamente para evitar vinculaciones afectivas. Según confiesa, no ha estado más de seis veces en La Moncloa desde que España recuperó la democracia.


8. Apocalipsis y desprestigio

Un capítulo dedicado a cargar contra las actiudes de que, a juicio de Gabilondo, desprestigian el periodismo. Actiudes, todas ellas, de medios conservadores.

10. “(…) apóstoles de la catástrofe, auténticos mensajeros del miedo que tratan de hacerse sitio a base de gritos. Actualmente asistimos a la reaparición inseseperada de un pensamiento ultraderechista quintaesenciado en el grupo Intereconomía y medios afines, directamente consagrados al terrorismo informativo” Pág. 89.

11. “Cierto día le dije a Pedro J.:(…) Tú no tienes ni la más remota idea de la imagen que das de ti mismo. La autocrítica es imprescindible. Y en esa tarea siempre ha habido diferencias notables; las aspiraciones de la prensa de Barcelona y Cataluña, por ejemplo, han sido siempre punteras en casi toda la reflexión relacionada con el oficio, y en cambio, en Madrid y en otros lugares no se practica ese jercicio” Pág. 90.

12. “Losantos demostró que la batalla no era ideológica, sino estratégica, a fin de conseguir éxitos y alcanzar liderazgos y hegemonías. En suma: ganar más dinero” Pág. 93

Ahí es nada.


9. El papel de los gabinetes
Son varias las ocasiones en las que se alude a los gabinetes de prensa durante la obra, casi siempre para mal: ahora ya no se busca la información, es caro. Más existiendo plataformas que proporcionan la información (interesada por lo general) de manera cómoda y gratuita.

13. “Otro problema bastante grave: la información ya no tiene que ser buscada porque casi siempre viene dada por los gabinetes de prensa” Pág. 95.

10. Enviados especiales
En otro inicio de capítulo quejumbroso, el autor se refiere a que “una de las preocupaciones más graves (en el periodismo) es la desaparición paulatina de los grandes testigos”.

Son diversas las causas que, como la crisis económica, las nuevas tecnologías o los gabinetes de prensa, han conseguido eliminar el papel del corresponsal, “ya no hay que ir con los ojos abiertos”.
Los profesionales que hoy cubren este tipo de información tienen, habitualmente, carácter independiente. Manu Leguineche y Evaristo Canete (cámara) son dos figuras freelnace ejemplares para Gabilondo.

Y vuelve a rescatar un debate necersario e intersante: ¿Quién coloca el foco sobre qué noticia?, ¿por qué el Congo y el coltán, con cinco millones de muertos, no son noticia?. “Los sistemas de información son terribles”.


11. De la opinión y el punto de vista
Iñaki Gabilondo habla de su independencia ideológica con respecto al partido socialista y establece, durante buena parte del capítulo, una nueva comparación (no siempre explícita) con Federico Jiménez Losantos: “(…) celebrar la misa diaria en la que se reúne un grupo de fieles a la espera de una suerte de gurú”.

Subraya la importancia de separar información y opinión, y también la posibilidad legítima de cambiar de punto de vista.

Por último,  menciona a los nuevos periodistas que contextualizan, que ofrecen opinión, y el florecimiento de las tertulias como el género de moda.


12. Iñaki según Gabilondo
Reconoce su “gran suerte como profesional” que, al contrario que la mayoría de compañeros, le permitió desarrollarse de manera natural y acabar obteniendo éxito y prestigio de manera continuada y sin apuros económicos.
Vuelve, en este sentido, y para hacer más patente su cómoda trayectoria, a mentar a los medios locales como el eslabón más débil del periodismo por ser el más expuesto a los controles públicos, a la dependencia de la subvención.

También aquí confiesa una interesante anécdota, la del “defrauda pronto” que aconsejó a su hermano. Porque, para Gabilondo, es el miedo a defraudar lo que lleva a las traiciones profesionales. Y de entre ésas traiciones, la que se da más es la de modificar el punto de vista por miedo, precisamente, a defraudar.


13. La proximidad necesaria
Más anecdotario interesante: la época de Sevilla en la que cada día visita un pueblo diferente para promover el contacto con la gente. La importancia de las personas (“A mi lo que de verdad me inquieta es que se acabe consolidadno una sociedad en la que la gente no le importe lo que le ocurre al prójimo”).

Llama poderosamente la atención la siguiente confesión:

“Después Hoy por Hoy durante 20 años (…) me colocaron un ordenador delante, aparato que yo no había tocado en mi vida”.

CNN+. Gabilondo con su "admirada" Esperanza Aguirre

14. La democratización del periodismo
Capítulo dedicado a las TICS y al escepticismo que el autor alberga hacia algunas de sus consecuencias, verbigracia los llamados periodistas accidentales. Para Gabilondo no todo el mundo puede elaborar información, al punto de que la proliferación de webs informativas ha resultado ser “una auténtica locura”.

En relación a los comentarios que en muchas de ellas se producen, “la mayoría (son) de gamberros, extremistas o fanáticos” y éste es el motivo por el que “los medios empiezan a no  incorporar páginas de opinión de los lectores, toda vez que de cada comentario interesante que aparece, surgen a su lado cuarente estulticias”.

Más aún:

“(…) España adolece de cierta tendencia la gamberrismo que no se da en otros países; una suerte de odio que a menudo anda demasiado suelto”.

Ahora, a su juicio, se entienden los flitrados y test de solvencia:

14. “(…) el buen periodismo exige que los hechos se contextualicen. Ésas son a mi juicio las líneas del buen hacer profesional: la solvencia de origen, la trazabilidad grabada y citada. Y después la contextualización”. Pág. 125.

Sobre las prioridades o líneas maestras del periodismo:

15. “Mis dos ideas fundamentales siempre han sido el oyente y el trabajo en equipo”. Pág. 131.

E ilustra la sentencia con una interesante anécdota relativa a un atentado de ETA, en presencia de un público juvenil en Hoy por hoy, y cómo se coordinó todo el equipo: fonoteca, antiguas declaraciones del concejal asesinado, de la ertzaintza, unidad móvil. En definitiva, una demostración en vivo de cómo funciona y se coordina un equipo en torno al oyente.

Llama igualmente la atención otra anécdota, relativa al celebérrimo programa de Sardá que no veían “porque estábamos durmiendo” y que pone negro sobre blanco la visión maniquea que tenemos, todos, de la relaidad.

15. Colgar los tirantes
Comienza el capítulo con una reflexión que destila pesadumbre:

16. “El problema es que la televisión ya ha deciddo hace muchísmimo tiempo que su camino es el espectáculo”. Pág. 136.

La actualidad ha optado por no ofrecer información si ésta no es fácil de digerir. Excluye a RTVE, pero le da poco tiempo para sucumbir al tvshow.
Y, entre otras causas, apunta al “imposible relato de la complejidad” en televisión. Quizá no para la próxima generación, pero sí para él por sus tempos narrativo, mecanismos muy concretos y poco útiles para abordar el presente.

Y he aquí el compendio de pecados que, para Gabilondo, lastran y condenan a la profesión:

17. “(…)los elementos más peligrosos del presente: el viaje hacia la propaganada, la utilización de los lenguajes más simplificados, el empleo de los mecanismos de selección más burdos, el protagonismo vergonzante que se ha adjudicado la política en el conjunto de la sociedad, que ha ido arrinconando progresivamente al ciudadano. La suma de esos elementos no me mueve precisamente al optimismo, más bien me preocupa y me inquieta”. Pág. 142.


16. El fin de una época
Más aflicción. Habla de dar por cerrada toda una historia del periodismo, de transición y “procesos de despedida”. Y de las consecuencias que tiene para él: “(…) al morir un tiempo periodístico histórico, ha llegado el momento de que yo muera con él”.

“Lo que en mi futuro profesional, venga como venga, se acomodorá a los artilugios técnicos del momento, pero jamás se adecuará a la lógica interna que subyace en muchos de estos juegos, pues yo pienso morirme siendo uno de los nuestros”

En relación al futuro de la profesión, reconoce que, aunque se altere completamente los valores pervivirán.
Prevée páginas web informativas de pago, y cuando esto ocurra “empezará a ponerse de manifiesto la consolidación, con estructuras diferentes, de grandes anclajes de referencia”. Considera esos valores imperecederos y “ningún nuevo negocio podrá orillar el periodismo de referencia”.
Una cosa es clara: el periodismo siempre necesitará de alguien que explique la realidad, y los nuevos medios se adaptarán personalizando la información.
Habla también del granhermanismo y de la prensa rosa, pero que habrá una minoría social –el famoso millón- que no permitirá que triunfe la estulticia. Que no se acabará el periodismo de calidad, aquél que tiene “un papel que cumplir en la sociedad”, aquél que no habrá de someterse a la rentabilidad y al éxito.


Opinión subjetiva

Lacerante pesimismo. Así podría resumirse un ensayo que es un continuo lamento, una angustia que casi genera compasión. Una despedida en toda regla. Y de las amargas: “(…) me he sentido decepcionado, desanimado, me he sentido incluso escéptico; pero no me rindo”.

“No me rindo”, dice. Y lo dice como el que, en una situación dramática, piede tranquilidad en voz alta y en realidad lo hace para calmarse el mismo.
Resultaría demasiado desesperante cerrar todas las puertas de la profesión, negar que existen luces en medio de la penumbra. Él no lo cree y sin embargo, en un par de ocasiones apunta cierta esperanza. Pero lo hace por solidaridad con los nuevos. Por no abocarle al deshaucio más absoluto.

Desde sus 69 años, parece que el tiempo se lo ha llevado por delante, que no ha sabido o no ha querido adaptarse al presente al punto de escribir “El periodismo es ahora una actividad odiosa”(Pág. 91.).

Gabilondo encuntra numerosos motivos para el desconsuelo:

• El sometimiento del periodismo actual a la rentabilidad y al éxito.
Ignoro si esto fue distinto en otras épocas, pero la lógica del mercado nos dice que para que un producto se sostenga en el mercado –y los medios de comunicación privados son productos- ha de cumplir una serie de requisitos, siendo el primero de todos ellos la rentabilidad.

• El granhermanismo (apunto el neologismo), el amarillismo, el espectáculo –en la peor acepción del término- televisivo que gana, poco a poco, terreno a la información y a los contenidos de calidad.

• El alejamiento paulatino de las masas con respecto de la cultura.
Debate éste tan antiguo como el hombre. Ortega dio buena cuenta de él en La Rebelión de las masas. La cultura, la alta cultura, es, por naturaleza, elitista. La masa no puede acceder a ella salvo que la cultura descienda los escalones suficientes. Y es aquí donde aparece la “cultura popular”.
Vargas Llosa, en su último ensayo aborda este asunto:

“La ingenua idea de que, a través de la educación, se puede transmitir la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo la alta cultura, pues la única manera de conseguir esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola”.

• La pérdida de la independencia periodística.
Sólo parece disculpar la de los pequelos medios locales, sometidos sin remedio al poder político: “Lo más triste es que allí donde se oficia el más puro periodismo, en la información local, es donde se están cebando todos los elementos económicos, sociales y políticos. Es ahí donde se libra la mayor dificultad, la  verdadera batalla”.

• La pérdida de los valores tradicionales ya no sólo del periodismo, que también, sino de la sociedad en general.
Llama esto poderosamente la atención –alude incluso a la educación que recibió de sus mayores- siendo él una persona declarada progresista. Reivindica constantemente el viejo hacer del periodismo. Y si no lo reivindica porque se resigna al pasao del tiempo, al menos sí lo añora. Lo observa desde la distancia con nostalgia en una actitud muy… conservadora.

• El advenimiento de las evoluciones tecnológicas (esos “cacharritos”).
Él mismo reconoce ser neófito en el asunto, y quizá por ello su desconfianza, cuando no antagonismo, con las TIC. Entre otras apreciaciones con respecto a la red dice “(…) internet no tiene ningún porvenir si sus contenidos no vienen avalados por un tipo de solvencia que garantice el rigor y la credibilidad”. Sentencia arriesgadísima en tanto internet será –es- continente de contenidos rigurosos, elaborados y contrastados, pero también de bulos, farsas y medias verdades. Como la vida misma. Ni más ni menos.

En relación a los asunto más estrictamente ideológicos cabe señalar su conocido progresisimo, algo ni bueno ni malo en sí mismo, pero también algunas poses hipócritas –y esto sí que no es bueno- con respecto a otros compañeros de profesión, e incluso hacia la profesión en sí misma. Por ejemplo:

En la página setenta y siete (y en otras muchas) advierte del peligro de muchos periodistas estrella de protagonizar la información: “(…) el periodista no es el protaginista, no es el sujeto”, el periodista debe ser sólo la segunda voz. Más aún, en la página setenta y nueve: “(…) los ultra-protagonismo periodísticos que pretenden erigirse en órganos de poder constiuyen actos de ursurpación”.
Pues bien, y en relación con este asunto del protagonismo, Iñaki Gabilondo ha sido el protagonista absoluto de Hoy por hoy durante dos décadas. Y de manera brillante además.
En dos mil cinco, el principal protagonismo de Noticias Cuatro fue, precisamente, la presencia de Gabilondo (un informativo “de autor” en el que él mismo ofrecía su opinión –algo inédito en un informativo- y que concluía con su rúbrica sobreimpresa en la pantalla). En dos mil nueve condujo su propio programa de entrevistas en CNN+, y en la actualidad ofrece su opinión de la actualidad, “llena de serenidad”, en el diario EL PAÍS, en un videoblog titulado “la voz de Iñaki”. Y todo ello es estupendo. Lo hace fenomenal además. Uno de los mejores. Pero por favor, menos hipocresía.
Tampoco con el asunto del “lucro”, de los dineros. Está muy feo. Más viniendo de alguien que no ha debido precisamente haber pasado necesidades. Por eso, si bien es cierto que Jiménez Losantos acabó siendo “un problema para su empresa”, es falso que a éste le moviera el dinero. De haber sido así, Losantos hubiera callado, rebajado el nivel de tensión y hubiera permanecido en COPE. No fue así, se marchó.
Y arriesgó montando su propia empresa, por cierto.

Este personaje, Losantos, le saca especialmente de sus casillas. Como Aznar, del que manifestó haberle “zurrado hasta en el cielo de la boca”, si bien luego reconoció aquella actitud como poco ejemplarizante.
Mantuvo una disputa radiofónica, pero también personal, con el polémico conductor de La Mañana: “No me gusta entrar en estas historias, pero habría que evitar que este personaje dijera más tonterías”. Todo a raíz de sus continuas provocaciones, en especial las confesadas en el La Noche de Quintero.

FJL
Cada vez que un artista lanza nuevo disco éste es el más íntimo y personal. Pues bien, no conozco los demás discos de Iñaki Gabilondo, pero apostaría que El fin de una época es, de verdad, su trabajo más personal. Reflexiones descarnadas de un hombre bueno, pero angustiado, descolocado, que descubre que ha perdido su sitio.
Cae a menudo en el sentimentalismo, en ese paternalismo propio de muchos periodistas que tratan al lector, oyente, como a un menor de edad: “(…) convertirme para ellos en una persona que pudiera ayudarles a entender su papel en la vida, ayudarles a convivir”. “Ayudarles a entender su papel en la vida. Ni más ni menos.
Literariamente es un libro fácil de leer, escrito en primera persona del singular y que se digiere casi sin masticar.

Para finalizar, las que a mi juicio son las dos máximas más contundentes de todo el ensayo:

18. “Es un fenómeno terrible que genera la fabricación de telediarios donde el relato de lo que hoy ocurre se limita a dos breves mas diecisiete sucesos de un incendio, alguna curiosidad y la historia del gato”. Pág. 140.

Y 19. Singularmente brillante resulta el análisis sobre “el nuevo lenguaje de la información”: el “lenguaje de la píldora, de la publicidad, de la promoción”, los grandes titulares, “algo que se pueda digerir pronto”.
Denuncia que la narrativa más clasica “esta siendo atropellada por el lenguaje de la publicidad”.

Lapidario.

(A ver si va a tener razón...)

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