lunes, 30 de abril de 2012

España vende (periódicos)

PR_VOLUNTARIA Rafael Núñez Huesca


ABC ha sido, pese a su credo conservador, un diario innovador en muchos aspectos. Desde el tamaño del periódico, asociado tradicionalmente al amarillismo, hasta su centenaria "grapa" pasando, y éste es el tema que hoy nos ocupa, por sus portadas, tantas veces memorables. 


Dedicar toda la primera a un solo tema y que su tratamiento se reduzca a un chiste gráfico requiere de una importante dosis de valor y muy pocos complejos. Incluso cuando el chiste es obra del maestro Mingote


La Razón del veinte años director de ABC Luis María Ansón también apostó, desde el primer día, por este tipo de portadas rompedoras. 


Mingote ocupó muchas portadas


Desde la otra orilla ideológica, Público trabajó igualmente el grafismo de sus portadas obteniendo por ello varios premios de diseño.   




Público, premiado por su grafismo
El diario monárquico pone el cascabel al gato con una nueva -y exitosa- apuesta por las portadas llamativas, monotemáticas y a todo color:




La iniciativa, relativa al nacionalismo catalán y con la letra eñe -emblema oficioso del idioma español- a gran tamaño, tuvo su correspondiente respuesta desde el recién fusionado EL PUNT AVUI que de igual modo empleó una grafía característica, en este caso, del idioma catalán:






Esta guerra de portadas no pasó desapercibida ni siquiera para los medios extranjeros. Elisabeth Cuevas, periodista de La Razón (Méjico) recoge en un artículo lo que describe como Portadas en Combate España vs Cataluña.


Fue tal el éxito de la primera plana de ABC entre los lectores conservadores que otro medio que pesca en los mismos caladeros de lectura, La Razón, salió con una plana muy similar sólo tres días después:




Los dos diarios madrileños han acabado por adoptar este tipo de asuntos patrióticos de manera recurrente, a modo de estrategia mantenida en el tiempo, con el objeto de rentabilizar al máximo todo lo relacionado con los colores nacionales, el escudo, la unidad nacional o el Jefe del Estado


El sociólogo Amando de Miguel, autor de más de un centenar de libros, me confesó en una ocasión que algunas editoriales animaban a colocar la palabra España en el título del ensayo (siempre que éste versara sobre un asunto relativo a la nación, obviamente), pues había comprobado que se vendía mejor.


Sea como fuere, los dos periódicos monárquicos continúan con su apuesta española, que no se limita a un simple anzuelo: dentro contiene abundante información, reportajes y entrevistas relativos al asunto en cuestión.
Ésta edición dominical de ABC dedicó al asunto nada más y nada menos que medio diario. 
Por cierto que tuvo que disculparse por olvidarse, en el mapa de portada, de las islas, Ceuta y Melilla. Era una "ilustración y no un mapa", arguyeron. 








Por último dos portadas más de La Razón, una, la de la jornada de la huelga general (singularmente interesante por interpelar directamente al lector en un gesto propio de la publicidad); otra aprovechando el acoso -una diana rojigualda- de los mercados a España:





Portadas que en definitiva ponen de manifiesto la vitalidad y el ingenio de la prensa escrita española, las nuevas estrategias de marketing y, oficio a un lado, que España vende. 
A pesar de todo.


La prensa de papel vive. Y se reinventa.

EL FIN DE UNA ÉPOCA


IÑAKI GABILONDO
EL FIN DE UNA ÉPOCA
Sobre el oficio de contar cosas

Editorial Barril y Barral
Primera edición en septiembre de 2011
Género: Ensayo
174 páginas

En realidad, El fin de una época es un lamento de ciento setenta y cuatro páginas. Una queja, una angustia permanente por lo que es hoy el periodismo. Pero también un zurrón lleno de experiencia y buenos consejos:

“El gran capital de cualquier periodista de élite se basa precisamente en esa necesidad de ser creído”.


1. El oficio de contar lo que pasa
Denuncia el monopolio que ejerce la política sobre los informativos, la sobrerepresentación que ésta tiene en todos los informativos y acaba por preguntarse “quién decide cuáles son las cosas que deben ser contadas” que, en realidad, no pasan de una docena.
Asimismo, señala el descenso por la pendiente propagandística y/o publicitaria por la que discurre el periodismo actual.

1. “Es necesario que se quede alguien de guardia en nombre de la sociedad para explicar cómo se porta el poder y para vigilar que no abuse de nosotros(…)”. Pág. 29

2. “El problema es que, en poco tiempo, el periodista ha pasado de creerse un liberado de la sociedad para vigilar al poder a creerse un liberado del poder para vigilar a la sociedad, y así ha acabo armándose un nuevo guión”. Pág. 29


2. El lenguaje informativo
Continúa cuestionando el sistema actual de “selección y organización” de noticias y qué  elementos de la realidad deben ser observados.
Para Gabilondo, los hechos noticiosos se han ido pervirtiendo por un triple motivo:

• Se ajustan al interés de los políticos y por ende a los periodistas, y no al del ciudadano.
• Por las “estructuras conservadoras” de los medios que no cuestionan nada.
• Y tres, porque todos los medios han acabado por heredar  los mecanismos del más veterano: el periodismo escrito. Tanto tele como radio han adaptado sus redacciones a las de la prensa e incluso han adoptado su sintaxis.


3. “Siempre habrá alguien que tiene algo que contar y siempre habrá alguien que tendrá interés en conocer ese algo. Eso es lo único que importa”. Pág. 36

Por último, rescatar una reflexión del autor que quizá por obvia, pasa desapercibida. Viene a decir que cuando se discute sobre el futuro del periodismo suele hacerse en términos empresariales y tecnológicos  -de “cacharritos”-, dejando de lado lo verdaderamente importante: el contenido. Hace demasiado tiempo que radios, televisiones y prensa no saben qué tienen que contar.


3. La nueva lógica periodística: rentabilidad
Para Iñaki Gabilondo “el periodismo está siendo desbordado por la lógica económica”. A esa logica la llama “tirano absoluto”, aunque reconoce que es la sociedad en su conjunto la que ha impuesto esa lógica “tiránica” y que ésta afecta a todas las empresas, no sólo a las de tipo informativo.

En el plató de Noticias Cuatro

4. Los principios éticos del periodista
Habla de “líneas defensivas” del periodista, y que éste “ha ido entregando todas sus líneas de bandera”, esto es, se ha despojado de lo único de lo que nunca debería haber abandonado: los principios. La reflexión trasciende, como en muchas otras ocasiones a lo largo de la obra, lo estrictamente periodístico para instalarse en valoraciones morales más genereales y, muchas veces, de tono paternalista:

4. “Una de las peores tragedias enquistadas en la sociedad actual tiene que ver con la percepción de que todo lo que no constituya delito se puede hacer”. Pág. 46

5. “Se elige esta profesión porque te importa el otro, tu semejante, y porque quieres hacer algo que sirva a la sociedad.(…) Y en ningún caso, en ningún oficio, el dinero puede ser nunca una meta”. Pág. 57

6. Lamenta el fin lucrativo que de la profesión tienen algunos compañeros y señala como “lo más importante es que (el periodista) logre viajar hacia la comprensión a los demás, hacia el entendimiento del otro”. Pág. 58.

7. “Lo que permite a un periodista sobrevivir en el mundo de hoy no es aprender muchas lenguas, sino conocer cuáles son los distintos idiomas de la sensibilidad de la vida”. Pág. 61.
En este caso el reproche-consejo está, además, barnizado de cierta cursilería.

Alude a Camps como el antiejemplo y abunda en la llamada crisis de valores: la pérdida de la educación de los mayores y de la “decencia, de la dignidad, de las buenas costumbres y el código del respeto a los demás”.

El juego de las cuatro ces consiste en conocer, confirmar, comprender y contar, mas ahora muchos se olvidan de la tercera ce: no comprenden. Y en este sentido reivindica el viejo papel del periodista-testigo, de la importancia de la empatía, de saber escuchar, de “la entrevista sin papeles”.


5. Para qué sirve la información
Hoy el acto de informarse se ha quedado precisamente en eso, un acto, un “gesto”, una pose vacía, pero rara vez tiene como vocación una curiosidad profunda de las cosas. Se ha incorporado a la rutina diaria de tal forma que la inercia nos lleva a abrir un periódico o acudir a una web, única y exclusivamente “para no hacer el ridículo”.

Otras gentes acuden al periodismo para confirmar sus propios puntos de vista, para salir fortalicido. Esto, en un país como España donde las posturas están muy polarizadas, es algo que hemos acabado por interiorizar como algo normal.

En la presentación del libro
Mas el grupo que recibe mayor consideración por parte de Gabilondo es aquél que quiere ir más lejos, “el famoso millón de personas” que va al teatro, al cine, a la ópera, que lee libros”. Es consiciente de que siempre serán una pequeña porción y que no vale la pena “sufrir por el hecho de que no sean muchísimos más”.

En relación a lo que llama nuevo lenguaje de la información, sus carencias y el nuevo estilo informativo que están imponiendo, Gabilondo, como Montagut, es de la opinión que la profundidad informativa se está viendo sacrificada en aras de la rapidez y los condicionamientos tecnológicos:

8. “(…) vivir condenados a contar las cosas sin el suficiente detalle, porque para alcanzarlo los modernos medios de comunicación requerirían de unos mecanismos que no tienen” Pág.72.


6. Quién habla: la segunda voz
Quizá uno de los capítulos más interesantes. Aquí Gabilondo se centra en el teórico papel de segunda voz que debría interpretar el periodista. La “vida” debería ser la primera.

8. “Los medios de comunicación, con todos sus defectos, no dejan de ser guardias de la circulación que detienen esa especie de tendencia desbocada al abuso”. Pág. 76.

Sobre el cuarto poder y la tentación de algunos periodistas (alude directamente a Pedro J. Ramírez por “querer mandar sin presentarse a las elecciones”):

9. “(…) nosotros no tenemos que gobernar, no tenemos que impartir justicia. Y lamentablemente algunos periodistas se dedican a eso: legislan, ejecutan, juzgan, condenan, disparan, entierran(…)”. Pág. 77.


7. Las distancias del puercoespín
El séptimo capítulo toma prestado el nombre de una parábola de Schopenhauer en la que se metaforiza la relación óptima que habrían de mantener periodistas y políticos/poderosos: “acércarte lo suficiente para saber lo que pasa, pero sin pincharte”.
Ilustra con experiencias propias ésta y otros muchos argumentos del libro; en este caso alude a las escasísimas veces que ha ido a comer con políticos, precisamente para evitar vinculaciones afectivas. Según confiesa, no ha estado más de seis veces en La Moncloa desde que España recuperó la democracia.


8. Apocalipsis y desprestigio

Un capítulo dedicado a cargar contra las actiudes de que, a juicio de Gabilondo, desprestigian el periodismo. Actiudes, todas ellas, de medios conservadores.

10. “(…) apóstoles de la catástrofe, auténticos mensajeros del miedo que tratan de hacerse sitio a base de gritos. Actualmente asistimos a la reaparición inseseperada de un pensamiento ultraderechista quintaesenciado en el grupo Intereconomía y medios afines, directamente consagrados al terrorismo informativo” Pág. 89.

11. “Cierto día le dije a Pedro J.:(…) Tú no tienes ni la más remota idea de la imagen que das de ti mismo. La autocrítica es imprescindible. Y en esa tarea siempre ha habido diferencias notables; las aspiraciones de la prensa de Barcelona y Cataluña, por ejemplo, han sido siempre punteras en casi toda la reflexión relacionada con el oficio, y en cambio, en Madrid y en otros lugares no se practica ese jercicio” Pág. 90.

12. “Losantos demostró que la batalla no era ideológica, sino estratégica, a fin de conseguir éxitos y alcanzar liderazgos y hegemonías. En suma: ganar más dinero” Pág. 93

Ahí es nada.


9. El papel de los gabinetes
Son varias las ocasiones en las que se alude a los gabinetes de prensa durante la obra, casi siempre para mal: ahora ya no se busca la información, es caro. Más existiendo plataformas que proporcionan la información (interesada por lo general) de manera cómoda y gratuita.

13. “Otro problema bastante grave: la información ya no tiene que ser buscada porque casi siempre viene dada por los gabinetes de prensa” Pág. 95.

10. Enviados especiales
En otro inicio de capítulo quejumbroso, el autor se refiere a que “una de las preocupaciones más graves (en el periodismo) es la desaparición paulatina de los grandes testigos”.

Son diversas las causas que, como la crisis económica, las nuevas tecnologías o los gabinetes de prensa, han conseguido eliminar el papel del corresponsal, “ya no hay que ir con los ojos abiertos”.
Los profesionales que hoy cubren este tipo de información tienen, habitualmente, carácter independiente. Manu Leguineche y Evaristo Canete (cámara) son dos figuras freelnace ejemplares para Gabilondo.

Y vuelve a rescatar un debate necersario e intersante: ¿Quién coloca el foco sobre qué noticia?, ¿por qué el Congo y el coltán, con cinco millones de muertos, no son noticia?. “Los sistemas de información son terribles”.


11. De la opinión y el punto de vista
Iñaki Gabilondo habla de su independencia ideológica con respecto al partido socialista y establece, durante buena parte del capítulo, una nueva comparación (no siempre explícita) con Federico Jiménez Losantos: “(…) celebrar la misa diaria en la que se reúne un grupo de fieles a la espera de una suerte de gurú”.

Subraya la importancia de separar información y opinión, y también la posibilidad legítima de cambiar de punto de vista.

Por último,  menciona a los nuevos periodistas que contextualizan, que ofrecen opinión, y el florecimiento de las tertulias como el género de moda.


12. Iñaki según Gabilondo
Reconoce su “gran suerte como profesional” que, al contrario que la mayoría de compañeros, le permitió desarrollarse de manera natural y acabar obteniendo éxito y prestigio de manera continuada y sin apuros económicos.
Vuelve, en este sentido, y para hacer más patente su cómoda trayectoria, a mentar a los medios locales como el eslabón más débil del periodismo por ser el más expuesto a los controles públicos, a la dependencia de la subvención.

También aquí confiesa una interesante anécdota, la del “defrauda pronto” que aconsejó a su hermano. Porque, para Gabilondo, es el miedo a defraudar lo que lleva a las traiciones profesionales. Y de entre ésas traiciones, la que se da más es la de modificar el punto de vista por miedo, precisamente, a defraudar.


13. La proximidad necesaria
Más anecdotario interesante: la época de Sevilla en la que cada día visita un pueblo diferente para promover el contacto con la gente. La importancia de las personas (“A mi lo que de verdad me inquieta es que se acabe consolidadno una sociedad en la que la gente no le importe lo que le ocurre al prójimo”).

Llama poderosamente la atención la siguiente confesión:

“Después Hoy por Hoy durante 20 años (…) me colocaron un ordenador delante, aparato que yo no había tocado en mi vida”.

CNN+. Gabilondo con su "admirada" Esperanza Aguirre

14. La democratización del periodismo
Capítulo dedicado a las TICS y al escepticismo que el autor alberga hacia algunas de sus consecuencias, verbigracia los llamados periodistas accidentales. Para Gabilondo no todo el mundo puede elaborar información, al punto de que la proliferación de webs informativas ha resultado ser “una auténtica locura”.

En relación a los comentarios que en muchas de ellas se producen, “la mayoría (son) de gamberros, extremistas o fanáticos” y éste es el motivo por el que “los medios empiezan a no  incorporar páginas de opinión de los lectores, toda vez que de cada comentario interesante que aparece, surgen a su lado cuarente estulticias”.

Más aún:

“(…) España adolece de cierta tendencia la gamberrismo que no se da en otros países; una suerte de odio que a menudo anda demasiado suelto”.

Ahora, a su juicio, se entienden los flitrados y test de solvencia:

14. “(…) el buen periodismo exige que los hechos se contextualicen. Ésas son a mi juicio las líneas del buen hacer profesional: la solvencia de origen, la trazabilidad grabada y citada. Y después la contextualización”. Pág. 125.

Sobre las prioridades o líneas maestras del periodismo:

15. “Mis dos ideas fundamentales siempre han sido el oyente y el trabajo en equipo”. Pág. 131.

E ilustra la sentencia con una interesante anécdota relativa a un atentado de ETA, en presencia de un público juvenil en Hoy por hoy, y cómo se coordinó todo el equipo: fonoteca, antiguas declaraciones del concejal asesinado, de la ertzaintza, unidad móvil. En definitiva, una demostración en vivo de cómo funciona y se coordina un equipo en torno al oyente.

Llama igualmente la atención otra anécdota, relativa al celebérrimo programa de Sardá que no veían “porque estábamos durmiendo” y que pone negro sobre blanco la visión maniquea que tenemos, todos, de la relaidad.

15. Colgar los tirantes
Comienza el capítulo con una reflexión que destila pesadumbre:

16. “El problema es que la televisión ya ha deciddo hace muchísmimo tiempo que su camino es el espectáculo”. Pág. 136.

La actualidad ha optado por no ofrecer información si ésta no es fácil de digerir. Excluye a RTVE, pero le da poco tiempo para sucumbir al tvshow.
Y, entre otras causas, apunta al “imposible relato de la complejidad” en televisión. Quizá no para la próxima generación, pero sí para él por sus tempos narrativo, mecanismos muy concretos y poco útiles para abordar el presente.

Y he aquí el compendio de pecados que, para Gabilondo, lastran y condenan a la profesión:

17. “(…)los elementos más peligrosos del presente: el viaje hacia la propaganada, la utilización de los lenguajes más simplificados, el empleo de los mecanismos de selección más burdos, el protagonismo vergonzante que se ha adjudicado la política en el conjunto de la sociedad, que ha ido arrinconando progresivamente al ciudadano. La suma de esos elementos no me mueve precisamente al optimismo, más bien me preocupa y me inquieta”. Pág. 142.


16. El fin de una época
Más aflicción. Habla de dar por cerrada toda una historia del periodismo, de transición y “procesos de despedida”. Y de las consecuencias que tiene para él: “(…) al morir un tiempo periodístico histórico, ha llegado el momento de que yo muera con él”.

“Lo que en mi futuro profesional, venga como venga, se acomodorá a los artilugios técnicos del momento, pero jamás se adecuará a la lógica interna que subyace en muchos de estos juegos, pues yo pienso morirme siendo uno de los nuestros”

En relación al futuro de la profesión, reconoce que, aunque se altere completamente los valores pervivirán.
Prevée páginas web informativas de pago, y cuando esto ocurra “empezará a ponerse de manifiesto la consolidación, con estructuras diferentes, de grandes anclajes de referencia”. Considera esos valores imperecederos y “ningún nuevo negocio podrá orillar el periodismo de referencia”.
Una cosa es clara: el periodismo siempre necesitará de alguien que explique la realidad, y los nuevos medios se adaptarán personalizando la información.
Habla también del granhermanismo y de la prensa rosa, pero que habrá una minoría social –el famoso millón- que no permitirá que triunfe la estulticia. Que no se acabará el periodismo de calidad, aquél que tiene “un papel que cumplir en la sociedad”, aquél que no habrá de someterse a la rentabilidad y al éxito.


Opinión subjetiva

Lacerante pesimismo. Así podría resumirse un ensayo que es un continuo lamento, una angustia que casi genera compasión. Una despedida en toda regla. Y de las amargas: “(…) me he sentido decepcionado, desanimado, me he sentido incluso escéptico; pero no me rindo”.

“No me rindo”, dice. Y lo dice como el que, en una situación dramática, piede tranquilidad en voz alta y en realidad lo hace para calmarse el mismo.
Resultaría demasiado desesperante cerrar todas las puertas de la profesión, negar que existen luces en medio de la penumbra. Él no lo cree y sin embargo, en un par de ocasiones apunta cierta esperanza. Pero lo hace por solidaridad con los nuevos. Por no abocarle al deshaucio más absoluto.

Desde sus 69 años, parece que el tiempo se lo ha llevado por delante, que no ha sabido o no ha querido adaptarse al presente al punto de escribir “El periodismo es ahora una actividad odiosa”(Pág. 91.).

Gabilondo encuntra numerosos motivos para el desconsuelo:

• El sometimiento del periodismo actual a la rentabilidad y al éxito.
Ignoro si esto fue distinto en otras épocas, pero la lógica del mercado nos dice que para que un producto se sostenga en el mercado –y los medios de comunicación privados son productos- ha de cumplir una serie de requisitos, siendo el primero de todos ellos la rentabilidad.

• El granhermanismo (apunto el neologismo), el amarillismo, el espectáculo –en la peor acepción del término- televisivo que gana, poco a poco, terreno a la información y a los contenidos de calidad.

• El alejamiento paulatino de las masas con respecto de la cultura.
Debate éste tan antiguo como el hombre. Ortega dio buena cuenta de él en La Rebelión de las masas. La cultura, la alta cultura, es, por naturaleza, elitista. La masa no puede acceder a ella salvo que la cultura descienda los escalones suficientes. Y es aquí donde aparece la “cultura popular”.
Vargas Llosa, en su último ensayo aborda este asunto:

“La ingenua idea de que, a través de la educación, se puede transmitir la cultura a la totalidad de la sociedad, está destruyendo la alta cultura, pues la única manera de conseguir esa democratización universal de la cultura es empobreciéndola”.

• La pérdida de la independencia periodística.
Sólo parece disculpar la de los pequelos medios locales, sometidos sin remedio al poder político: “Lo más triste es que allí donde se oficia el más puro periodismo, en la información local, es donde se están cebando todos los elementos económicos, sociales y políticos. Es ahí donde se libra la mayor dificultad, la  verdadera batalla”.

• La pérdida de los valores tradicionales ya no sólo del periodismo, que también, sino de la sociedad en general.
Llama esto poderosamente la atención –alude incluso a la educación que recibió de sus mayores- siendo él una persona declarada progresista. Reivindica constantemente el viejo hacer del periodismo. Y si no lo reivindica porque se resigna al pasao del tiempo, al menos sí lo añora. Lo observa desde la distancia con nostalgia en una actitud muy… conservadora.

• El advenimiento de las evoluciones tecnológicas (esos “cacharritos”).
Él mismo reconoce ser neófito en el asunto, y quizá por ello su desconfianza, cuando no antagonismo, con las TIC. Entre otras apreciaciones con respecto a la red dice “(…) internet no tiene ningún porvenir si sus contenidos no vienen avalados por un tipo de solvencia que garantice el rigor y la credibilidad”. Sentencia arriesgadísima en tanto internet será –es- continente de contenidos rigurosos, elaborados y contrastados, pero también de bulos, farsas y medias verdades. Como la vida misma. Ni más ni menos.

En relación a los asunto más estrictamente ideológicos cabe señalar su conocido progresisimo, algo ni bueno ni malo en sí mismo, pero también algunas poses hipócritas –y esto sí que no es bueno- con respecto a otros compañeros de profesión, e incluso hacia la profesión en sí misma. Por ejemplo:

En la página setenta y siete (y en otras muchas) advierte del peligro de muchos periodistas estrella de protagonizar la información: “(…) el periodista no es el protaginista, no es el sujeto”, el periodista debe ser sólo la segunda voz. Más aún, en la página setenta y nueve: “(…) los ultra-protagonismo periodísticos que pretenden erigirse en órganos de poder constiuyen actos de ursurpación”.
Pues bien, y en relación con este asunto del protagonismo, Iñaki Gabilondo ha sido el protagonista absoluto de Hoy por hoy durante dos décadas. Y de manera brillante además.
En dos mil cinco, el principal protagonismo de Noticias Cuatro fue, precisamente, la presencia de Gabilondo (un informativo “de autor” en el que él mismo ofrecía su opinión –algo inédito en un informativo- y que concluía con su rúbrica sobreimpresa en la pantalla). En dos mil nueve condujo su propio programa de entrevistas en CNN+, y en la actualidad ofrece su opinión de la actualidad, “llena de serenidad”, en el diario EL PAÍS, en un videoblog titulado “la voz de Iñaki”. Y todo ello es estupendo. Lo hace fenomenal además. Uno de los mejores. Pero por favor, menos hipocresía.
Tampoco con el asunto del “lucro”, de los dineros. Está muy feo. Más viniendo de alguien que no ha debido precisamente haber pasado necesidades. Por eso, si bien es cierto que Jiménez Losantos acabó siendo “un problema para su empresa”, es falso que a éste le moviera el dinero. De haber sido así, Losantos hubiera callado, rebajado el nivel de tensión y hubiera permanecido en COPE. No fue así, se marchó.
Y arriesgó montando su propia empresa, por cierto.

Este personaje, Losantos, le saca especialmente de sus casillas. Como Aznar, del que manifestó haberle “zurrado hasta en el cielo de la boca”, si bien luego reconoció aquella actitud como poco ejemplarizante.
Mantuvo una disputa radiofónica, pero también personal, con el polémico conductor de La Mañana: “No me gusta entrar en estas historias, pero habría que evitar que este personaje dijera más tonterías”. Todo a raíz de sus continuas provocaciones, en especial las confesadas en el La Noche de Quintero.

FJL
Cada vez que un artista lanza nuevo disco éste es el más íntimo y personal. Pues bien, no conozco los demás discos de Iñaki Gabilondo, pero apostaría que El fin de una época es, de verdad, su trabajo más personal. Reflexiones descarnadas de un hombre bueno, pero angustiado, descolocado, que descubre que ha perdido su sitio.
Cae a menudo en el sentimentalismo, en ese paternalismo propio de muchos periodistas que tratan al lector, oyente, como a un menor de edad: “(…) convertirme para ellos en una persona que pudiera ayudarles a entender su papel en la vida, ayudarles a convivir”. “Ayudarles a entender su papel en la vida. Ni más ni menos.
Literariamente es un libro fácil de leer, escrito en primera persona del singular y que se digiere casi sin masticar.

Para finalizar, las que a mi juicio son las dos máximas más contundentes de todo el ensayo:

18. “Es un fenómeno terrible que genera la fabricación de telediarios donde el relato de lo que hoy ocurre se limita a dos breves mas diecisiete sucesos de un incendio, alguna curiosidad y la historia del gato”. Pág. 140.

Y 19. Singularmente brillante resulta el análisis sobre “el nuevo lenguaje de la información”: el “lenguaje de la píldora, de la publicidad, de la promoción”, los grandes titulares, “algo que se pueda digerir pronto”.
Denuncia que la narrativa más clasica “esta siendo atropellada por el lenguaje de la publicidad”.

Lapidario.

(A ver si va a tener razón...)

martes, 24 de abril de 2012

El fin de una época

David Soriano Sanz











Ficha técnica del libro:
               
Nombre: El fin de una época

Autor: Iñaki Gabilondo

Editorial: Barril y Barral

Primera edición: septiembre de 2011

Género: Reflexión

Nº de páginas: 174

ISBN: 978-84-9989-124-8

Argumento:

El periodista Iñaki Gabilondo cuenta y explica la actualidad periodística a través de su propia experiencia.

Empieza el libro haciendo una crítica a la gente que se dedica escoger las noticias del día, a quién decide si un suceso cabe en un periódico o por el contrario se queda fuera sin que nadie se entere de lo que sucede. Para Gabilondo estas noticias tienen un fuerte calado ideológico, además de que muchas veces ya no se puede distinguir entre información y publicidad.

Dice también que en el periodismo de hoy en día se está imponiendo la forma de contar las noticias de la prensa escrita, nadie innova, ni radios ni televisiones aportan un lenguaje informativo nuevo. De los intereses económicos del periodismo advierte que se está haciendo cualquier cosa porque una empresa sea rentable, como cubrir puestos de trabajo con continuos becarios.

Para él, la máxima del periodista es no perder nunca sus principios éticos, lo que implica no faltar nunca a la verdad. Debe alejarse de sus intereses políticos y escribir los artículos conociendo lo que se está contando, pues acusa a algunos compañeros de profesión de escribir todo mecánicamente. Declara que hay que mantener una distancia, lo que denomina “la distancia del puercoespín”, sobretodo con los políticos, porque en está profesión los amiguismos no son nada bueno.

De la gente que consume información analiza dos tipos diferentes. El que acude a los medios a estar informado o el que lee la prensa para reafirmar su opinión política. Esto último ocurre bastante en España, por las posiciones tan polarizadas que existen en este ámbito.

Define al periodismo como “la segundo voz”, y sostiene que no debe moverse de ahí. Acusa a algunos periodistas como Pedro J. Ramírez de querer tener un protagonismo que no pueden alcanzar por el simple hecho de que ellos son los que cuentan las cosas, no los protagonistas de los acontecimientos.

Gabilondo se entristece al observar lo desprestigiado que está el periodismo, por las estrategias políticas y económicas que hay detrás y denuncia a periodistas comoFederico J. Losantos de ser uno de esas personas que hacen mal al periodismo.

De los gabinetes de información declara que están acabando con el buen periodismo, ya que empresas privadas y políticos se encargan de realizar las noticias de esta forma. Los periodistas ya no van a buscar las noticias, es mucho más cómodo y económico recibirlas por fax y transcribirlas.

Siente una especial melancolía por el papel del enviado especial. Las empresas ya no se gastan el dinero en enviar a gente al extranjero, pero los que lo hacen obtienen unos reportajes magníficos, pero claro, no compensa económicamente, por lo que parece que al periodismo que ansiaba Kapuscinsky le queda poco futuro.

Iñaki Gabilondo
Para Gabilondo el ciudadano va a necesitar una contextualización de los hechos, gente que interprete, de ahí nace el género de opinión. Esto no es un inconveniente, pues todo el mundo tiene un sentir diferente. Pero para él, el problema llega cuando se interpreta acorde con tu criterio, pues estás sesgando la información.

En la parte final del libro Gabilondo cuenta una especie de biografía laboral, e incluye alguna anécdota. Relata su paso por la Cadena Ser, las personas de las que recibió influencias... También dedica los últimos capítulos a hacer una reflexión sobre periodismo actual, sobre la televisión pública, sobre revistas más especializadas como “Foreign Policy”.

El capítulo final, que lleva el nombre del libro, está lleno de melancolía. Es un análisis introspectivo sobre cómo ha sido y cómo cree Gabilondo que será el periodismo, del que se lamenta que se vaya a perder esa visión romántica que tanto tiempo perduró en los medios de comunicación.

Valoración personal

Es un libro lleno de sentimientos, lo que es de agradecer. Yo he acogido estas líneas de Gabilondo como un alumno que escucha atentamente a su profesor, pues no se me ocurre ahora mismo una mejor voz de la experiencia que ésta.

Probablemente éste sea uno de los mejores libros que un futuro periodista pueda leer, pues empaparse de los conocimientos y experiencias del autor es uno de los mejores ejercicios que se puedan realizar en una facultad de periodismo.

Dice Gabilondo que el periodismo no se enseña en las universidades, sino que se aprende en la calle, con la experiencia, dialogando con los demás. Yo estoy de acuerdo, las facultades dejan mucho que desear, aunque tampoco comulgo con la idea de que el periodismo se aprende en las redacciones. En este país cada vez se hace peor periodismo, y por ese motivo no se puede pretender que te enseñen el oficio instruyéndote en la transcripción de notas de prensa, en la no citación de fuentes cuando la información proviene de otros medios o en publicar según los intereses de algunos políticos.

Si he de hacer alguna crítica negativa al libro, sería la falta de realismo, es decir, no hay espacio a la reflexión sobre los periodistas que están bastante formados y no encuentran un trabajo digno, de los ínfimos sueldos que algunas empresas se atreven a ofrecer, o de la poca profesionalización del periodismo que existe en determinados medios de comunicación.

Citas interesantes

Siempre habrá alguien que tiene algo que contar y alguien que tendrá interés en conocer ese algo. Eso es lo único que importa.

Si yo fuera profesor de periodismo, pondría a mis alumnos una asignatura llamada “los demás”.

Los ciudadanos, a mi juicio, demandan una información por el mismo hecho de que ya la han incorporado a su rutina.

“A partir de lo que dijera Gabilondo, yo diría lo contrario, porque mi misión era provocarle”.

¿Por qué el Congo y la guerra del coltán, donde ya han muerto 5 millones de personas, no son noticia ni se coloca el foco sobre ellos?

Por eso, lo que más me inquieta del futuro del periodismo es que haya personas que sin ningún interés en lo que le sucede a los demás.

Yo me puedo sentir comprometido con aquellos que me sigan porque creen que tengo una mirada progresista sobre la realidad, pero nunca me comprometería con los que pensaran que debo ofrecer la interpretación socialista de la realidad.

Un tópico que la realidad ha ido desmitificando tiene que ver con la posibilidad que ofrecen las nuevas tecnología de que cualquier persona puede intervenir en la creación de opinión.

Mis dos ideas fundamentales siempre han sido el oyente y el trabajo en equipo.

Lo que suceda en mi futuro profesional, venga como venga, se acomodará a los artilugios técnicos del momento, pero jamás se adecuará a la lógica interna que subyace en muchos de estos juegos, pues yo pienso morirme siendo uno de los nuestros.

lunes, 9 de abril de 2012

¿Es necesario?

PR_VOLUNTARIA Rafael Núñez Huesca


Informe semanal ha emitido esta semana su programa número dos mil. Mundialmente premiado y exportado a más de una docena semanal, Informe semanal reúne todas las semanas, desde hace treinta años, a casi tres millones de espectadores alrededor de la televisión. 
Con una sintonía que ha permanecido invariable y una cabecera reconocible, el programa decano de la televisión española ha trascendido lo estrictamente informativo para establecer vínculos sentimentales con millones de españoles que, como es mi caso, han crecido con los reportajes de Informe Semanal. 


A mi humilde entender, el periodismo patrio cuenta con una serie de productos que pueden considerarse motivo de orgullo para la profesión, a saber: el diario EL PAÍS, la radio española en su conjunto, el centenario ABC, la extinta CNN+, la industria editorial de revistas, la investigación de EL MUNDO (y quizá también su página web, la más visitada en lengua española) y, por encima de todos ellos, Informe Semanal.


Y si grandes han sido y son muchos de los productos periodísticos españoles, nuestro país también ha dado notables profesionales a este viejo oficio, verbigracia Ángela Rodicio, reportera de guerra, multipremiada y autora del reportaje que emitió Informe Semanal el pasado sábado siete de abril.


La pieza, titulada 20 años de Bosnia, vulve la vista atrás hacia el conflicto bélico de los Balcanes donde la reportera española permaneció cuatro años de corresponsal en lo que para ella supuso "el Vietnam de su generación". 


Resulta, como casi siempre, un reportaje mayúsculo, pero también de una crudeza explícita casi insoportable. Alguien podría alegar: "como son las guerras". Y otro alguien responder: "Yo sólo quiero informarme, y para eso no es necesario mostrar tal colección de vísceras".


Se trata, como sabemos, de un viejo debate periodístico irresoluto. 


La presentadora del programa Ana Roldán advirtió de "la dureza de algunas imágenes", son estas (extraídas directamente de 20 años de Bosnia):















¿Son necesarias?, ¿todas?, ¿aportan valor informativo?, ¿pueden herir la sensibilidad del espectador?, ¿y de las familias de grabados?, ¿no emitirlas sería autoncensura?, ¿sería adoptar una actitud paternalista?

Honestamente: no lo sé.

Una entrevista que dignifica el género

PR_VOLUNTARIA Rafael Núñez Huesca


El pasado domingo día 20 de marzo, el diario Información, de la mano de su director Juan R. Gil, publicó una macro entrevista (de la que EL PAÍS se hizo eco)de cinco páginas al expresidente de la Generalitat Valenciana y Ministro en los gobiernos de Aznar, Eduardo Zaplana.




Cabe destacar una serie de preguntas que, por atrevidas, no suelen darse demasiado en entrevistas con políticos. 


Desde el primer momento, J.R. Gil apela directamente a la supuesta responsabilidad -o corresponsabilidad- de entrevistado para con la situación económica en la que está sumida la Comunidad Valenciana:



• Sí, esta comunidad está peor que otras. Tiene la deuda más alta respecto a su PIB. ¿Eso es herencia suya, de su sucesor Francisco Camps o de ambos?


• ¿No cree que los ciudadanos merecen una explicación de cómo hemos acabado gastando el dinero en aeropuertos sin aviones mientras los colegios están sin calefacción?


El expresident en un momento de la entrevista
• Usted inició la política de grandes proyectos (Terra Mítica, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la de la Cultura, la del Cine...), que Francisco Camps transformó en «grandes eventos» (la Copa del América, la Fórmula 1...). A la vista de lo sucedido, ¿no fue una equivocación?


Eduardo Zaplana esquiva la pregunta hablando de las virtudes de todas aquellas inversiones, a lo que el director de Información, atónito, contesta:


• Pues tal como usted lo cuenta, no sé cómo hemos acabado así...




Las Cajas


• Ahora hemos perdido además los instrumentos financieros: Bancaja, la CAM el Banco de Valencia. ¿Cómo ha podido ocurrir?

Eduardo Zaplana echa balones fuera y señala los que para él son los responsables: los gestores de las propias cajas y el Banco de España. El entrevistador insiste:

• Pero también la Generalitat tenía labores de vigilancia. ¿No tiene ninguna responsabilidad?





El exministro alega que durante su mandato, ningún cargo de las cajas valencianas tenía carné de partido, a lo que Gil responde con otra pregunta:


• ¿Qué más da que tengan carné de partido o no, si se eligen por cuotas fijadas por los partidos?

Zaplana responde: "Que me conste, mi gobierno no influyó en la gestión de las cajas" y el periodista no puede evitar mostrar su indignación:

• ¿¡Que no influyó!? ¡Pero si quitaba y ponía presidentes y directores generales...!





Juan Ramón Gil, director de Información
La corrupción


• Además del paro y la quiebra económica, como le dije al principio la Comunidad también está en el epicentro de la corrupción. Y muchos de sus protagonistas fueron nombrados por usted.


J.R. Gil no se da por satisfecho y da nombres:


• Camps, Alperi, Lorente, Blasco, Ripoll, Castedo... Insisto en que a muchos los nombró usted.




El punto álgido de la entrevista


Lo que sigue es la reproducción exacta de las últimas cinco preguntas de la entrevista, el momento más tenso de la misma y donde reverdecen lo que parecen ser viejas cuitas personales:


• ¿Y esa falta de sentido crítico de las elites empresariales y sociales no la agudizó precisamente usted con el intervencionismo y el control radical que aplicó en todos los ámbitos durante su gobierno?
"Eso no es verdad. Con mi gobierno hubo más debate que nunca. Usted mismo tenía un número considerable de lectores y era crítico y esos lectores le seguían..."

• Hombre, estamos en un Estado democrático. No podía usar la censura previa. Pero sí utilizó recursos públicos, ya que lo cita, para atacar a los periódicos que no controlaba, como los que forman parte de este grupo.
"Rechazo esa percepción. Ustedes también tendrían que hacer examen de conciencia de esa época. No hablaba de la publicidad ahora…"

• ...Eso es utilizar recursos públicos para sofocar la crítica...
"Pues será mi apreciación, que es subjetiva, pero yo mantengo que soy el presidente que menos ha intentado controlar e influir en los medios. Sólo hay que escuchar lo que decían casi todos, los años posteriores a mi marcha".

• ¿Lo piensa de verdad?
"Estaré equivocado, pero lo pienso. He sido el presidente más criticado, el más fiscalizado por los medios, el más vigilado. Y eso sí que es un hecho objetivo. Y he actuado siempre con transparencia, sin ampararme en otros ni esconderme cuando tomaba una decisión, ni para bien ni para mal. En el Gobierno siempre se cometen errores, pero no tengo la percepción de haberlo querido controlar todo ni de haber perseguido a nadie".

• Pues yo sí, se lo aseguro.
"Pero es una idea subjetiva suya, fruto de una coyuntura difícil, en la que a lo mejor faltó flexibilidad por todas las partes. La relación de la política con los medios nunca es neutra y siempre se vive con mucha intensidad y pasión. Ahora, yo he respetado siempre la crítica y la libertad. Pero eran otros tiempos y hoy una de las cosas que más me satisface es recuperar afectos y poder ir con la cabeza bien alta. A un político se le puede juzgar de muchas formas. Yo creo que la más objetiva es ver cómo estaban las cosas cuando llegó y cómo las dejó al irse. Yo goberné en medio de una gran tensión y con etapas de crisis y de bonanza; tuve de todo. Pero me siento muy orgulloso del balance".



Lejos de la impertinencia de otros profesionales, Juan Ramón Gil hace una entrevista valiente, atrevida, sin cortapisas ni tabúes. 
Mi enhorabuena.